“Contigo en la Distancia” y “Tú, mi Delirio”, son dos canciones que han dado la vuelta al mundo en las voces de los más renombrados intérpretes y han acompañado a los enamorados de varias generaciones de cubanos, latinoamericanos y caribeños. Estas dos canciones sólo han tenido el defecto de ocultar que todas las otras creadas por Cesar Portillo de la Luz, artista enorme de la canción cubana, tienen el mismo nivel de belleza, de fuerza, de aparente sencillez y de perfección: “Noche Cubana”, “Más allá de tus Ojos”, “Canto, luego Existo”, “Es nuestra Canción”,” La Hora de Todos”, “Canción a la Canción”,” Realidad y Fantasía”,” Canción de los Juanes”,” ¡Oh! , Valeroso Viet Nam”, “Canción al Che”,” Son al Son”, “Arenga para continuar una Batalla”,” Canción de un Festival”, “Canto a Rita”, “Sabrosón”…, en fin…
Cesar Portillo de la Luz nunca se permitió ninguna concesión al facilismo, a la búsqueda del éxito banal, al mal gusto, al mercantilismo. Su actitud ante la canción siempre fue seria, meditada y profunda. Se enraizaba en un conocimiento y disfrute de toda la buena música de todos los géneros y estilos de Cuba y del mundo, y en todas las lecturas con que enriquecía su pensamiento siempre inquieto y polémico. Nada cultural le fue ajeno y eso se sentía en cada una de sus canciones.
Su creación siempre fue un grito de alegría, de optimismo, un canto al amor que nace lleno de esperanzas. En su juventud fue el juglar del amor en su etapa de esplendor. Incluso cuando hablaba de él en pasado, no era para llorarlo, ni expresar el desamor, o el fracaso, o el despecho, o el odio, sino que era para recordar las horas de amor y de dicha que valen la pena guardar. Ya en su madurez, su música se abrió también a otros niveles del amor más allá de la vivencia personal para alcanzar alturas de trascendencia humanística, social y política.
No obstante el éxito de sus canciones que le ganaron fama mundial y apreciables sumas de dinero, no quiso nunca aceptar el yugo, vivir del gozo, prestar servicio a los señores para dormir en paja caliente y disfrutar de rica y ancha avena. En su frente relució siempre la estrella que ilumina y mata y le vimos constantemente poner su inteligencia y su fortuna incluso al servicio de la Patria y la Revolución que tanto amó.
Es cierto, César Portillo de la Luz no fue perfecto, -quién lo ha sido-. Como un tropical Don Quijote mulato chino se batía a veces con molinos de viento que él mismo se inventaba. Pero también decía verdades duras como puños que nos harán extrañar su cáustica palabra apasionada en congresos y debates culturales. Mas siempre del lado de los pobres de este mundo y fiel al ideal socialista que abrazó desde su juventud.
Recordaremos siempre a este artista eminente, hombre bueno, honesto y cubano a toda prueba. César Portillo de la Luz, no hay bella melodía en que no surjas tú, -compañero, hermano, padre, amigo, “El Trovador y su Vieja Guitarra”-, tu pueblo siempre cantará tus canciones, luego existes.
Roberto VaLera
6 de mayo de 2013